lunes, 24 de enero de 2011

La playa.

Estoy en la playa. Normalmente me concentro bien en mi habitación pero hoy no fue así. Es todo muy raro porque no sé ni donde estoy, y ¡dios! Escribir sin saber exactamente sobre qué es extrañísimo, pero esto me inspira.
Todo el mundo está sentado en la arena, pero las personas empiezan a moverse. Hay parejas caminando por la orilla, incluso algunas con niños a su lado. Los más pequeños juegan en la orilla bajo la atenta mirada de sus madres, y  los jóvenes ya, sin importarles esta vigilancia, se atreven con trepidantes olas y malabarismos en la arena.
Entonces, llega un momento en el que todo el mundo tiene o debe meterse en el agua. La comodidad o incluso el desdén de algunos hacen que se queden en un extremo, que no se levanten, que no avancen. Y esos acabarán fundidos con la arena hasta que ésta los trague sin haber casi dejado huella.
 Respecto a los que se meten en el agua, algunos se quedan en la orilla a mirar, a ver la vida desde un segundo plano, cosa que nos les llena, pero sin pena ni gloria, siguen con ello. Otros esperan a las tres Marías, segurísimos de que llegarán y harán la serie perfecta que les catapultará al éxito, aunque desgraciadamente, a pesar de esa confianza, no todos tendrán esa misma suerte. Sin pararme más en los que surcan las olas sin más, me fijo en mi ola que está llegando. No pone mi nombre ni sé si estoy preparada pero sé que es ella. A veces hay que arriesgar. Más duro es el “que podría haber pasado” que el fracaso en sí mismo. Así que la voy a coger. Quizás no salga bien, o quizás sí, pero quiero intentarlo y eso es lo que haré.

1 comentario:

  1. es muy bonito y esas cosas, pero deja de mezclar medicamentos con alcohol o en vez de acabar en la playa estarás durmiendo con los peces... Por cierto, tengo que hablar contigo y saber cómo estás, ya me lo dijo Rosa y sabes que lo siento mucho, tengo que parlar mujer! no llores, quiérote

    ResponderEliminar