lunes, 17 de enero de 2011

Una descripcion en navidades.

Ayer fue un día gris. Uno de esos dias en los que solo miras a la calle desde la ventana y solo ves eso, gris. Estaba agobiada, asñi que salí a la calle y , casi sin darme cuenta, cogí el primer bus que paró en la marquesina de delante de mi casa. Tuve suerte cuando encontré una moneda de un euro en el bolsillo de la chaqueta para pagarle al conductor. Asi, de nuevo  sin casa percatarme, el tiempo pasó tan  rapido en aquel bus que cuando se avisó de que nos teníamos que bajar en la siguiente parada porque era la última, no em había ni acomodado. Salí del bus sin mucho ánimo y me senté en el priemr banco que encontré. Al alzar los ojos me di cuenta de que estaba ante mí el paisaje más bonito que había visto nunca, donde ya no era un día gris: brillaba un enorme sol en el cielo azul bañado por pequeñas nubes con forma de animales. El banco en el que estaba sentada se encontraba en un mirador al borde de un acantilado, así que pude ver desde arriba todo lo que había. A la caída del acantilado se encontraban un montoncito de pequeñas parcelas de policultivos que parecía que estaban colocadas en gamas de colores verdes, amarillos y marrones. Algo más alejados de la falda de la montaña empezaban a diseminarse unas pequeñas casitas con sus hórreos e, incluso, paneras gallegas, pequeños corrales y establos, y para unir todo esto un entrelazado de caminitos diminutos de piedra y barro. Las montañas que rodeaban el valle se alzaban impresionantemente hasta que sus cimas acariciaban una enorme nube hipopótamo que pasaba por allí. El bosque que cubría los alrededores era muy colorido para la época en la que esábamos. Creo, sin duda, que lo que más destacaba en el valle visto, desde el mirador, era una enorme mansión con piscina que estaba "discretamente" colocada entre la ladera de la montaña de la izquierda y el comienzo del valle del pueblecito. Tenía un color mostaza que combinaba con piedras de color perde pistacho y un tejado rojo chillón. Alrededor de la casaza habia otra cosita más pequeña, una piscina nada modesta, un jardín lleno de diferentes plantas (hasta creo qeu vi dos palmeras), y una explanada para aparcar en la que relucían dos espectaculares Meredes. Desde la lejanía pude ver una mujer que entraba en la parcela. Era la señora que estaba sentada a mi lado en el bus. La verdad es que no sé cómo viaja en bus teniendo dos Mercedes para ella solita. mientras ella estaba despistada mirando por la ventanilla, yo la analicé: llevaba un traje gris de falda y chaqueta con botones negros que conjuntaba con uan camisa blanca y unos espectaculares MAnolo's que hacían que rozase el emtro ochenta. Unas medias negras hacían que sus larguísimas piernas pareciesen más delgadas aún. He de reconocer que me atufaba la cantidad de colonia que llevaba y su enorme bolso se me clavaba en la cadera, pero no me quejé. Su pelo caía extremadamente liso hasta mitad d ela espalda y cuando salió del bus y la ví de frente comprobé que llevaba flequillo. Siempre lo había llevado desde que tenía diecisiete años y había empezado a volverse una estirada, pues le servía para tapar la cicatriz que se había hecho jugando a polis y cacos cuando aún era pequeña y alocada. Para mi gusto llevaba demasiado maquillaje y ¡por Dios! Si era espectacular sin él, no lo necesitaba, aunque estoy segura de que llevaba su pintalabios orgánico de Bobby Brown a todas partes. En definitiva, era una persona que desearía volver a ver alguna vez, aunque no lo creo posible porque no sé si qué bus había cogido y, ni siquiera, cómo conseguí volver a casa.

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